miércoles, octubre 10, 2012

Se busca Papá Noel, se busca príncipe azul





Es vísperas de Navidad y Papá Noel está sentado en su sillón, frente a la chimenea, revisando las cartas de todos los niños y niñas del mundo. A sus pies, tomando una siesta, se encuentra su fiel amigo, Rodolfo. No, no un reno, un perrito regordete con la nariz roja como un tomate. Cuando Rodolfo despierta se encuentra solo, Papá Noel ha desaparecido y por más que ha buscado hasta debajo de la alfombra no lo ha encontrado. El pobre Rodolfo está alarmado, en modo de pánico, al borde de la desesperación, algo totalmente comprensible porque la Navidad está por llegar. Toma el teléfono para dar el parte policial e iniciar la búsqueda mientras se consuela al pensar que Papá Noel está tan gordo y voluminoso que será fácilmente ubicable, pero antes de marcar encuentra una notita pegada en la refrigeradora que dice así:

“Rodolfo, amigo, debo irme, tengo un importante asunto que resolver. Es probable que no alcance a llegar a la hora indicada para la entrega de juguetes, Por favor, ayúdame. Nicolás”.



No puede ser, una Navidad sin Papá Noel será un completo desastre. Rodolfo revolotea los ojos por la habitación para ver si encuentra una pista que dé con su paradero y descubre una extraña carta en el brazo del sillón frente a la chimenea. La carta es de una ancianita, en la cual, un poco a modo de queja, le cuenta que cuando era niña le pidió un Príncipe Azul y, qué recibió ese año: un muñeco con cara de bobo, con peinado de bobo que decía “Soy Armando, el príncipe azul, soy Armando el…” La siguiente Navidad, fue más explícita, era obvio que no la habían entendido, así que pidió un “Alma Gemela”. Recibió dos muñecas, una llamada Alma y la otra Dalma, gemelas las dos. Pero como a la tercera va la vencida, la próxima Navidad pidió su “Media Naranja”. Recibió entonces un par de medias, de color naranja. Ahora, el pedido de Sara, que así se llama la ancianita de la carta, era más concreto, le pedía a Don Nicolás que la ayudara a buscar a su gato llamado Príncipe y a su perro llamado Azul que se le habían perdido. Pobre Rodolfo, tuvo que hacer malabares para que la Navidad no se viniera abajo, pero lo logró.


La tarde del 25 de diciembre Rodolfo se paseaba por las calles de su antiguo pueblo, satisfecho por haber salvado la Navidad, cuando pareció ver a lo lejos a un gordo vestido de rojo del brazo de una linda ancianita y un perro y un gato revoloteando alrededor de la feliz pareja. ¿Sería Sara aquella señora? ¿Serían Príncipe y Azul aquellos alocados animalitos? ¿Sería Don Nicolás aquel gordo de rojo o… sería el Príncipe Azul?

Qué se puede decir de este cuento. En primer lugar, que es una historia muy bien armada y que ostenta una tensión literaria que mantiene la atención hasta del más distraído. En segundo lugar, que está llena, muy llena, de escenas y diálogos que son una perfecta invitación al juego. Me explico con un ejemplo. Cuando Don Nicolás revisa las cartas de los niños se encuentra con algunos pedidos fuera de lo común: “una pelota de fútbol que solo entre en el arco de los de tercero B” o “un osito de peluche que se tome la sopa que a mí no me gusta”. La lista es más corta de lo que uno podría desear y, justamente por eso, invita a que el pequeño lector, si tiene un padre que sepa “abrir la puerta”, se entretenga extendiéndola. En tercer lugar, y se deriva de lo anterior, esta historia es una especie de método de aprendizaje del sentido del humor, porque el humor se puede aprender, y qué mejor regalo para darle a un niño que ese esencial sentido para la vida.


Yo acabo de descubrir con este cuento a María Fernanda Heredia, una escritora ecuatoriana. Si lo hubiese hecho hace varios años atrás, cuando mi hija aún era pequeña, estoy seguro que la habría incluido en su lista de autores preferidos junto con Anthony Browne, Sendak y tantos otros que reposan en su biblioteca. Pero como para algunos nunca es tarde para este tipo de lectura, estoy pensando ir a una librería y buscar más títulos de esta autora y les aconsejo, de todo corazón, hacer lo mismo.

Título: Se busca Papá Noel, se busca príncipe azul.
Autora: María Fernanda Heredia.
Ilustrador: Pablo Pincay.
Editorial: Alfaguara.
Librería: casi todas.
Edad: de 5 años para adelante.
Precio: No lo sé, me regalaron el libro, pero supongo que no es muy caro.



jueves, septiembre 13, 2012

Razones para leer


Todos nosotros, los padres, queremos que nuestros hijos lean. Los beneficios de adquirir el hábito de la lectura son muchos y nos lo mencionan a cada rato desde las campañas del Estado, los colegios y también desde algunas instituciones privadas: incrementa la comprensión lectora, estimula el desarrollo cognoscitivo en general por lo que se mejora también el rendimiento en otras materias y, claro, también entretiene. Todo eso es innegablemente cierto y está fehacientemente demostrado.

En mi hogar, mi hija y yo, hemos identificado otra buena razón para estimular en los niños el amor por la lectura.  Este descubrimiento partió de una simple observación por demás cotidiana y repetitiva: Lucía, mi hijita, en el sillón o, más usualmente, tirada en su cama, leyendo, absorta y en trance, atrapada por la historia que asía entre sus garras, (porque pareciera como si alguien quisiera quitarle el libro). (Aquí una atingencia: es notoria la relación que existe entre la lectura y la cama, es como si se disfrutase mejor la lectura acostado y cómodo entre almohadas, ¿verdad?, por lo que habría que hacer una campaña para que en las bibliotecas públicas colocaran colchonetas y mullidos almohadones en vez de mesas y sillas que parecieran haber sido diseñadas por algún misántropo para la tortura del lector).

Bueno, regresando a lo que nos interesa, la observación de Lucía en su trance lector me permitió tomar conciencia del intenso nivel emocional en el que se encontraba, de cuánto se involucraba con la historia leída a nivel subjetivo y de que era muy probable que bulleran en ella una infinidad de sentimientos dispares y encontrados. No pocas veces Lu dio vuelta a la última página de su novela con una emoción que se le desbordaba, líquida, por los ojos.  Y es que cuando una historia nos atrapa, nos identificamos necesariamente con uno o más de los personajes del libro, pero no solo con el personaje, sino también con su entorno, su tragedia personal, sus disquisiciones morales, sus disyuntivas éticas. A través de algún mecanismo psicológico vivimos la vida y el derrotero emocional del personaje como si fuera nuestro, asumimos como propia la experiencia del héroe o de la heroína de la novela y, de esta manera,  nos enriquecemos.

Hasta donde sabemos los seres humanos solo tenemos una vida y en ese lapso las circunstancias y situaciones particulares por las que pasemos nos permitirán saber cómo es que reaccionamos en cada una de ellas. Uno puede teorizar acerca de las decisiones y acciones que tomaremos ante ciertas disyuntivas pero solo podremos estar seguros de ellas cuando realmente nos encontremos, de hecho, en esa determinada circunstancia.  Uno podría decir, “si hubiese tenido una infancia marcada por la desesperanza, con padres que me hicieran la vida imposible y miserable, ya de adulto habría podido perdonar y llevar una vida tranquila y en paz con mis pares”.  Pero eso es una teorización sorbe nosotros mismos, una conclusión que nunca podremos llegar a saber con certeza porque hemos tenido la suerte de haber sido bien queridos.

Si, la vida es una sola, y las circunstancias por las que nos lleve nos permitirán conocernos a nosotros mismos de manera profunda y segura. Algunos tendremos vidas más intensas y las posibilidades de aprendizaje serán mayores que las que le toquen a otros con vidas más apacibles y seguras. Porque la única manera de aprender algo de nosotros mismos que realmente valga la pena depende de qué tanto estemos involucrados emocionalmente.  Las cosas importantes de la vida son esencialmente antipedagógicas, es decir, no se pueden transmitir a través del discurso de un experto o de un padre preocupado. Un niño, un joven o una persona a cualquier edad necesitarán probar la decepción amorosa para saber cómo actuamos ante ella, y no deberíamos, a través de un paternal discurso preventivo, tratar de evitarles ese sufrimiento.

Nuestras posibilidades de aprendizaje están limitadas entonces por la vida que nos ha tocado a bien. Pero este “recurso escaso”, como podríamos llamarlo, se puede ampliar y hasta multiplicar cada vez que nos involucramos emocionalmente con una buena lectura, porque al vivir como propias las experiencias de los personajes que pueblan las páginas de nuestros más queridos libros, nos acercamos a un conocimiento más profundo de nosotros mismos. Podemos entonces afirmar que leer también es bueno porque, entre otras cosas, nos hace mejores personas.

Para dejar de ponernos tan serios les recomiendo un enlace que encontré en Youtube sobre una linda historia relacionada con la lectura. Son quince minutos aproximadamente de este corto animado  llamado "Los fantásticos libros voladores" que está realmente muy bueno. Pueden utilizar una laptop o un Ipad o lo que tuviesen a la mano para verlo con sus hijos en la cama antes de enviarlos a dormir. La van a pasar bien, se los aseguro.

jueves, septiembre 06, 2012

La Ola




Una pequeña se adelanta a la carrera, dejando atrás a su madre, al tan ansiado encuentro  con el mar. Pareciera que lo ve por primera vez ya que se detiene, cauta, a pocos metros de donde las olas marcan con espuma blanca los besos que le dan a la arena. El embate de una nueva ola la hace retroceder, pero cuando ve que ésta se aleja, se envalentona persiguiendo a la muy cobarde con un sonoro rugido de leona. Pero no es cuestión de ser imprudente con algo tan grande y desconocido como el mar, por lo que la pequeña se demora lo suyo en hacer contacto. Sin embargo, la prudencia y la desconfianza se disipan como por arte de magia cuando mete el primer pie dentro del agua: el chapoteo y las salpicaduras no son más que expresión sincera de su felicidad. Pero como la naturaleza, como la vida, son totalmente impredecibles, de repente, como un flash noticioso que anuncia el apocalipsis, le cae una tremenda ola encima, que la deja atontada y mojada hasta los huesos.




 Pero no ha terminado de reponerse cuando ve con asombro que la bendita ola ha dejado esparcido por toda la playa una infinidad de tesoros: conchas, caracoles, estrellas de mar. “La Ola, no es que haya estado enojada, sino que es un tanto torpe para dar regalos”, podría haber pensado la pequeña, (si es que el libro que les cuento tuviese algún texto).

El álbum ilustrado de Suzy Lee es solo una narración gráfica, o deberíamos decir, para ser más justos, un poema gráfico. La historia podría resultar inclusive bastante sencilla y hasta simplona para el ojo adulto, pero es solo porque los mayores hemos perdido la capacidad de gozar de las cosas sencillas, se nos ha estragado el paladar para catar ciertos placeres. Algo que definitivamente no ocurre con los niños, que estoy seguro, están en todas sus facultades para gozar este cuento.



La autora tiene otras excelentes obras que han sido editadas al español y que pueden encontrar en las librerías locales: “Espejo” y “”El pájaro Negro”, (en la editorial Barbara Fiore), son libros imprescindibles para las bibliotecas que se respeten, (y,  lamentablemente, para las que tengas también los recursos necesarios). Y solo como para confirmar lo ya dicho, les cuento que Suzy Lee tiene 12 premios internacionales de los cuales, la mitad, han sido para “La Ola”. Disfrútenlo.

Título: La Ola.
Autor: Suzy Lee.
Editorial: Barbara Fiore.
Edad: de 2 para arriba.
Librería: El Crisol
Precio: S/. 55

viernes, agosto 31, 2012

¡Muchas gracias Morsa!

El blog de ELMORSA recomienda a El perro en la luna con motivo del  Blog Day 2012.

"Ha estado en un hiato un poco largo y regresa porque para Juan Carlos los libros infantiles “son el mejor instrumento para formar mejores personas y porque son el mejor pretexto para construir afecto”. Nunca más de acuerdo".

Muchas gracias, y seguiremos insistiendo.

martes, agosto 28, 2012

El monstruo que se comió la oscuridad





Un niño solo en su cuarto luchando contra su temor a la oscuridad para poder conciliar el tan ansiado y reponer sueño, es una figura que todos tenemos presente porque todos la hemos vivido alguna vez… o no? Pero el caso es que, a diferencia de la mayoría de nosotros, el protagonista de este álbum ilustrado si tenía razones para estar inquieto porque debajo de su cama, donde la oscuridad es aún más negra y terrorífica, si se escondía un monstruo.
Uno pequeño, pequeñísimo, pero al fin al cabo un monstruo, que además tenía un hambre enorme. Primero probó zamparse unas pantuflas,…!un asco total!, luego un cochecito de juguete,…¡qué dolor de encías! Hasta que encontró una caja debajo de la cama que tenía un agujerito por el que se asomó y a través del cual solo pudo ver oscuridad. ¿Oscuridad?, habrá que probarla pensó, y se la sorbió toda y se relamió feliz y contento de su hallazgo. El pequeño monstruo era insaciable, así que luego de terminarse la oscuridad de la caja empezó con  la de los cajones del armario, los dobleces de las cortinas, el sótano, las madrigueras de los conejos, y así terminó por engullirse la noche entera.


No quedó más que un planeta insomne, luminoso y triste al mismo tiempo porque las estrellas ya no brillaban, la luna desaparecía, los búhos se caían de los árboles y los gatos perdieron todo su glamour porque sus ojos no brillaban más sin oscuridad. Y en medio de esa inabarcable luminosidad alguien lloraba desconsolado porque no podía dormir. El monstruo, ahora enorme luego de haberse engullido la noche, sintió compasión por el pobre niño y se escurrió dentro de su cuarto, lo sacó de la cama y lo cobijó entre sus enormes y oscuros brazos mientras le cantaba una nana para hacerlo dormir. ¿A que no es linda esta imagen?, la de un niño que es arrullado por la oscuridad, justamente aquella que, entendemos y sentimos, es la causa de nuestros desvelos.


Esta historia no es solamente un excelente ejercicio terapéutico para todos aquellos pequeños para quienes la oscuridad les deja un espíritu inquieto que les espanta el sueño, es además una estrategia educativa sumamente interesante: la de llevar al límite ciertas situaciones para exponer con claridad la real naturaleza de las cosas. Ya lo hizo Saramago para instruirnos sobre la necedad de los sistemas políticos autoritarios con “Ensayo sobre la lucidez”, o sobre la complejidad de la naturaleza humana en “Ensayo sobre la ceguera”. Nada mejor entonces para hacer que nuestros pequeños le pierdan el miedo a la oscuridad que mostrarles un mundo sin ella. No voy a hablar esta vez de las ilustraciones, solo les voy a decir que son autoría de Jimmy Liao, por lo que pueden estar seguros que tendrán en sus manos una obra de arte.

Título: El Monstruo que se Comió la Oscuridad.
Autor: Joyce Dunbar
Ilustrador: Jimmy Liao
Editorial: Barbara Fiore
Librería: Crisol
Edad: De 2 años para arriba
Precio: S/. 59

martes, agosto 14, 2012

El pez que sonreía





Todos los días se detenía frente a la vitrina de aquella tienda, una especie de gran pecera con cientos de peces de todas las formas y colores que nadaban de un lado a otro bajo los ojos de los embobados espectadores. Pero había uno de ellos que demandaba toda su atención, no tenía ojos para otro pez que no fuese aquel,… que le sonreía. Y como a cada sonrisa del pececito se calentaba un grado su corazón, no pasó mucho tiempo hasta que decidiera llevarse a casa a su nueva mascota. 


Una noche, luego del acostumbrado y húmedo beso de las buenas noches, el pequeño pez se iluminó, si, como por arte de magia, con un resplandeciente fulgor verde.  Se elevó, con pecera y todo, por encima de la mesa y salió volando de la habitación. Preocupado porque le vaya a pasar algo el hombre se calzó sus pantuflas y siguió a su pez volador a través de las calles de la ciudad, atravesando el puente sobre el río, cruzando el bosque y llegando finalmente a la playa.

El agua fría y cristalina los invitaba a nadar y ellos, hombre y pez, no se hicieron de rogar. Eran tan dichosos que pensaron que podrían nadar así, juntos, por el resto de sus vidas, en la inmensidad protectora del mar. O eso creían, porque unas cuantas brazadas mar adentro se toparon con una extraña pared invisible. Cuando descubrió que estaba dentro de una enorme pecera, un grito de pavor logró arrancarlo de su horrible pesadilla. Más calmado pero aún con la respiración agitada por el susto, volteó a ver a su pececito que, como siempre, le sonreía desde su prisión transparente y, a diferencia de lo que siempre había sentido, esta vez, la sonrisa de su amigo no lo alegró.



Obviamente el cuento no acaba así, pero ya se enterarán ustedes por cuenta propia de cómo termina. Lo que quiero comentar es la enorme capacidad que tiene esta maravillosa historia de aceptar diferentes interpretaciones: la búsqueda de la felicidad a través de la libertad; la generosidad como requisito para una verdadera amistad. Se pueden tentar varias y todas ellas válidas interpretaciones porque la historia de Jimmy Liao es como una parábola que es, al fin de cuentas, uno de los mejores y más eficaces recursos educativos. Así que, queridos padres, salten de la pecera y disfruten esta hermosa historia con sus retoños.

Título: El pez que sonreía.

Autor: Jimmy Liao
Editorial: Barbara Fiore
Librería: Crisol
Edad: a partir de los 4 años.
Precio: S/. 63.00

viernes, agosto 03, 2012

Barba Azul




Todos conocemos la cruenta historia de Barba Azul, probablemente uno de los primeros “serial killer” de la literatura universal. ¿Cómo, no se la saben? Pues es la historia de una bella doncella que se deja seducir por las enormes riquezas, joyas, oro, fina porcelana y ricas telas, de un hombre al que todos temen por la extraña coloración de su barba. No sería la única doncella que, con las gafas de la codicia, ve belleza donde hay fealdad y bondad allí donde se macera un alma oscura y tenebrosa. El caso es que nuestra incauta e interesada heroína llega hasta al altar con su “bello” monstruo. Pasan los días y todo parece normal hasta que Barba Azul tiene que viajar para tratar asuntos de negocios no sin antes recomendarle, más bien amenazarla, que no entre, bajo ningún motivo, a uno de los cuartos de la mansión. La recién casada invita a su hermana y amigas a pasar unos días con ella, pero no pasa mucho tiempo hasta que termina vencida por la curiosidad y entra en el cuarto prohibido. El horror casi la ahoga al ver el sangriento espectáculo que se muestra ante sus ojos: los cadáveres de las anteriores esposas de Barba Azul. 



Como es de esperarse, cuando regresa el asesino descubre inmediatamente la falta de su joven esposa y decide que sufra la misma suerte que las anteriores. ¿La matará? ¿Es necesaria la muerte como único castigo a la ambición de riquezas y la curiosidad de una joven? Pues tendrán que leer el cuento.
Si bien la historia de Perrault es sangrienta y descarnada, tanto como otros muchos  cuentos recogidos del folklore europeo de aquella época, el álbum que comento no es particularmente interesante por su versión narrativa. Lo realmente notorio es el discurso gráfico del álbum ilustrado. La imágenes son tan o más terribles que la historia que se cuenta. Están hechas con trazos de fuerte contraste en blanco y negro, todas las imágenes de las mujeres tienen las bocas abiertas como si estuvieran a punto de lanzar un grito de ahogada angustia y todos los hombres tienen los ojos desorbitados como los llevaría un loco en plena crisis psicótica. Barba Azul, para mayor terror del lector, utiliza un yelmo con la cara de un feroz cerdo que incrementa el carácter perverso del personaje. Toda la fuerza narrativa, el clima de miedo y angustia que transmite la historia, es mérito único, en esta versión, de las ilustraciones.



Solo una recomendación para aquellos padres que se animen a leerles a sus hijos  esta interesante y turbadora producción editorial, una recomendación de Jean Piaget: “Los niños no se asustan por el dibujo de monstruos, a no ser que el adulto insista sobre su carácter perverso”.

Título: Barba Azul
Autor: Charles Perrault (adaptación)
Ilustrador: Christoph Wischniowski
Editorial: FCE
Precio: 35 soles.
Edad referencial: De 6 años para arriba.

miércoles, julio 18, 2012

¡A cortar cabezas!





Griselda era una princesa que opacaba el sol y ponía verdes de envidia a las flores con su belleza. Nada de extrañar en una princesa de cuento, algo muy típico también que todos los príncipes de los reinos vecinos se enamoraran perdidamente de ella y perdieran la cabeza. Lo que sí no es muy común es que la pérdida de cabeza fuese literal y que nuestra princesa del cuento se aficionara a coleccionarlas como trofeos de guerra… ¿o amor?.

Griselda sabía perfectamente que la mayoría de los hombres solo ven con los ojos, y con ellos solo alcanzan a ver la superficie de las cosas, por lo que nunca descuidó su buen ver: se sometía a largas y dolorosas sesiones para la “extracción de cualquier pelo plebeyo” y hacía fatigosos “estiramientos y equilibrios en zapatitos de cristal”. Todo le resultaba a la perfección puesto que los príncipes seguían llegando y las cabezas rodando.



Todo bien hasta que la sanguinaria princesita empezó a sentirse sola ya que el miedo que le tenían todos sus súbditos y los habitantes de otros reinos no fungía de buena compañía. Sola estaba hasta que apareció un príncipe tan despistado como cegatón. Habría sido un final feliz si el pobre hubiese estado ciego, pero no, era solo corto de vista, así que sin bien duró un poco más que sus predecesores, al final, también perdió la testa. Pero le dio un precioso regalo a Griselda quien, luego de nueve meses, tuvo a la más maravillosa princesita que alguien pudiese imaginar y fue en ese preciso instante en que rodó, por última vez, una cabeza más por los suelos.



Este entretenido y divertido cuento de Isol, quien tiene magníficos títulos como “Intercambio Cultural “ y “El Globo”, mantiene todo el humor al que nos tiene acostumbrados. Un poco cruenta la historia, es verdad, pero no más que los clásicos de Perrault o de los hermanos Grimm.

Título: La Bella Griselda.
Autor: Isol
Editorial: Fondo de Cultura Económica.
Librería: FCE
Edad: de 4 años para arriba.
Precio: S/. 35.